martes, 9 de octubre de 2007

VIRGINIA

Mariano Alcalde

Después de la matanza que se produjo en la universidad de Virginia la semana pasada, comienzan a llegarnos noticias sobre lo sucedido. Algunas de ellas son muy interesantes y me gustaría rescatar una que publicó el periódico EL MUNDO, el día 18 de abril de 2007.

En dicha noticia se comenta lo siguiente:
Sobrevivió a los campos de trabajo nazis y huyó del dictador rumano Ceaucescu, pero el profesor Liviu Librescu no pudo escapar el lunes pasado a la matanza acaecida en el apacible campus de la universidad de Virginia Tech. Murió a los 76 años protegiendo a sus alumnos mientras bloqueaba con su cuerpo la puerta del aula 204 del edificio Morris, el mismo en el que cada mañana impartía sus clases de matemáticas. Dio así tiempo a sus estudiantes para saltar por las ventanas e impidió que Cho Seung Hui, el asesino, ejecutase a más inocentes. Él, sin embargo, no pudo evitar el impacto mortal de los disparos.
Pocas horas después, los correos electrónicos de la familia del profesor se llenaron de mensajes de agradecimiento de los supervivientes, que, dando testimonio directo, narraron el sacrificio heroico del israelí, precisamente el mismo día en que su país de adopción conmemoraba el Día del Holocausto.

Librescu, de 76 años, tuvo una vida repleta de huidas y persecuciones. Cuando Rumanía, su país natal, se unió al Eje durante la II Guerra Mundial, el joven Liviu fue internado en un campo de trabajo, y después, junto a miles de judíos, enviado al gueto de la ciudad de Focsani.
Sobrevivió a la guerra y al Holocausto, pero su negativa a jurar fidelidad al régimen de Ceaucescu le causó muchos problemas. Trató de emigrar a Israel en los 60, pero sólo lo logró en 1978, gracias a la mediación directa del primer ministro Menachem Begin.
Experto en estructuras compuestas y aeroelasticidad, y con gran prestigio internacional (era el profesor con más publicaciones en la historia de la universidad), dio clases en Rumanía, Israel y desde 1985, en Estados Unidos.
Su hijo recordaba en un comunicado: "Allí, mi madre y él llevaron una vida simple, en un lugar idílico, entre montañas y colinas y con un trabajo que adoraba".
Sus alumnos le recordarán siempre por su valentía.

En un mundo y en una sociedad como la que vivimos actualmente, cuesta creer que aún existen personas, humanos como vosotros y como yo, con una generosidad tan grande como para dar su vida por los demás.
Liviu sacrificó sus almuerzos de Domingo con la familia, sus apacibles y relajados paseos por el campo, las sonrisas de sus nietos que tanto le hacían disfrutar, sus interminables charlas de deporte con los vecinos en la esquina de la calle donde vivía y tantas otras cosas que llenaban sus 76 años, para que los alumnos a los que les salvo la vida puedan tener esos momentos y muchos más.
Donde hay una persona con una pistola para disparar una bala, siempre hay otra para poner el pecho en la trayectoria y salvar a un inocente.

Buenos días y buen trabajo.